Poco a poco descubrimos el reino de Dios dentro de nosotros. Jesucristo no sólo sigue siendo alguien frente a mí. Se vuelve también más y más el inconcebible y al mismo tiempo el omnipresente, el que vive entre nosotros y que nos está más próximo que nosotros mismos. Paulatinamente se desarrolla hacia él una inmediatez que ya no conoce forma ni figura.
Con el pasar del tiempo llegamos a percibir la presencia de Jesucristo en nuestra conciencia. Aprendemos a contemplar nuestro presente y en él la presencia de Jesucristo, desprovista de toda forma. Aprendemos a contemplar nuestra realidad y en ella la realidad misma, la realidad, desprovista de forma, de aquel que todo lo abarca, en el que todo fue creado.
Esta transformación no podemos llevarla a cabo nosotros mismos, es un don, pero podemos mantenernos alertas.
Franz Jalics
Ejercicios de Contemplación, (Página 265).
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