Con la palabra silencio evocamos una negación, un vacío, pero no nos referimos al obvio vacío de sonidos o al dejar de hablar, sino al vacío del ruido de los pensamientos y los hábitos condicionados, que impiden oír lo que está detrás. Es silencio de lo mecánico y repetitivo, de la memoria, de lo viejo y de todo aquello que sin cesar está tapando la sinfonía aún no escuchada de la Vida total.
Tener unos minutos de silencio es un privilegio, una gracia, que nos devuelve misteriosamente a nosotros mismos. Y cuando somos tocados por esa mano providencial, nos quedamos respetuosamente callados y amorosamente vigilantes para escuchar y sentir esa Presencia silenciosa en el interior de la conciencia.
El silencio es sobre todo, el silencio del pensamiento. Cuando el pensamiento se ha silenciado, ya no se opone, no juzga, no calcula con astucia la acción, no es protagonista en suma, sino callado y sereno, trasmisor de lo que la Inteligencia dicta. Lo real está fuera del pensamiento y del tiempo, por eso decimos que está en el silencio. La palabra silencio evoca un estado que no niega nada de lo real, solo niega el ruido que impide percibir directamente aquella realidad desconocida.
Consuelo Martín
El silencio creador
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