miércoles, enero 02, 2008

Los Sumos Sacerdotes defienden la familia.


La asistencia al acto en la Plaza de Colón en defensa de la familia cristiana del pasado domingo 30 de diciembre fue multitudinaria, aunque sigo sin entender de qué quieren defender a sus familias los asistentes. Quizá se trata de defender a su posible futura familia; defenderla de que se malogre porque uno de sus hijos o hijas se case con alguien de su mismo sexo, y entonces no puedan disfrutar con orgullo de tener a todos reunidos en la cena de Navidad.

Especialmente curioso me ha parecido que dos días después Benedicto XVI declare la defensa de la familia (heterosexual) como una de las líneas estrátegicas de la acción de la Iglesia Católica. Según el Papa, «la familia natural, fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, es la cuna de la vida y del amor, y la primera e insustituible educadora de la paz».

El silogismo en la cabeza del Papa es claro, si España es uno de los bastiones del catolicismo, la familia tradicional una de las señas de identidad del catolicismo actual y España uno de los primeros países en legalizar las familias homosexuales: es urgente frenar esta situación para que no sirva de referencia a otros países de mayoría católica y cercanos ideológicamente, por ejemplo Brasil u otros tantos en Latinoamérica. El objetivo será truncar esta situación y por tanto impedir la relección del PSOE.

Así sí se entiende la politización de las afirmaciones de los lideres católicos que participaron en el acto:

Cardenal Rouco: 'Nuestras leyes han dado marcha atrás'. Cardenal García Gasco: 'Nos dirigimos a la disolución de la democracia'. Por su parte el Cardenal Cañizares habló de las 'Legislaciones inicuas', y Kiko Argüello, insistió en que hay que defender a la familia frente 'este Gobierno, ateo y laico'.

Parece que tras las tímidas tentativas del Vaticano II y de la Teología de la Liberación, la Iglesia Católica vuelve a ser lo que viene siendo desde la época de las cruzadas, una fuerza involucionista e intrasingente en contra del desarrollo del Espíritu. Es más, la Iglesia Católica viene a cumplir el papel que las religiones y otros pretendidos gestores de lo divino vienen cumpliendo desde el principio de la humanidad, de mantendores del status-quo y la tradición: desde la época de los faraones a la nuestra, pasando por los sumos sacerdotes que llevarón a Jesucrito a la cruz.

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