Entonces no había existencia o inexistencia. No existía la región luminosa, ni el espacio que se encuentra más allá. ¿Qué había? ¿Dónde? ¿Bajo qué protección? ¿Qué sustancia estaba allí, —profunda e insondable?
No existía la muerte ni la inmortalidad. No había distinción entre la noche y el día. ESO respiraba sin aire, por sí mismo. No había otra cosa más allá.
En el principio había oscuridad oculta en la oscuridad. Todo era sustancia sin distinción. ESO, que estaba cubierto de vaciedad, surgió a través del calor generado por si mismo.
En el principio, el deseo, la primera semilla de la mente, surgió en ESO. Los sabios, investigando en su corazón con sabiduría, hallaron las ataduras de la existencia en la inexistencia.
Sus visiones abarcaron lo mas profundo. ¿Qué había debajo?, ¿qué había encima? Existía la causalidad; había poderes: fuerzas descendentes, impulsos creadores.
¿Quién conoce la verdad? ¿Quién puede pronunciarse sobre el origen del nacimiento, sobre el origen de la creación? Los Dioses son posteriores a la aparición de este mundo. ¿Quién, entonces, sabe de donde surgió?
¿De dónde surgió esta creación?, ¿se creó a si misma, o no? Quien la contempla desde el espacio más elevado, ciertamente lo sabe. O quizás no lo sepa.
Rig-Veda X.129.1-7
domingo, julio 09, 2006
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