El yo superficial vive de comparaciones; necesita la confrontación con los otros y con ciertas imágenes mentales para sentirse ser, para conocer su lugar y su valor. La genuina soledad no consiste en no estar con otros, sino en no medirnos con ellos. Radica en que en nuestra mente no surja la comparación ni la confrontación. Ni siquiera la referencia a nuestra verdad ha de entenderse como una confrontación. Ser lo que somos no puede ser fruto de habernos medido con relación a algo. Este abandono de la tensión dual, del cotejo, de la medida, es la esencia de la verdadera soledad.
Mónica Cavallé
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